Era previsible que tras la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos se hagan públicos los más diversos análisis políticos del significado e incidencia que aquello puede tener no solo para ese país, sino, sobre todo, para su política exterior.
La prensa burguesa abunda en material que destaca que esa elección implica y causará grandes cambios en la política estadounidense. Ciertamente se ha producido un cambio: los demócratas retornan a la Casa Blanca tras diez años de ejercicio gubernamental de los republicanos, y además contarán con el aval de una bancada mayoritaria que controla el Congreso; además, es la primera ocasión que eligen a un mulato como presidente.
La elección de Obama expresa el cansancio y la búsqueda de cambios de los estadounidenses con la política archireaccionaria impulsada en estos años por Geoge Bush, a quien corresponsabilizan de la crisis financiera que sacude la economía yanqui, y condenan por su política belicista que ha llevado a exacerbar el odio de los pueblos en contra del imperialismo yanqui. Bush ha sido calificado como el más inepto de los presidentes que los EEUU han tenido, pero resultó ser muy útil para los intereses de los grupos monopólicos transnacionales, particularmente para las empresas petroleras y para la industria de guerra.
Con la elección de Obama la esencia de la política estadounidense no cambiará, eso hay que dejarlo sentado con absoluta claridad y seguridad. Los cambios que puedan producirse no serán más que de índole formal, en la manera de decir las cosas. En política internacional, los aspectos que sufrirán modificaciones serán aquellos que no tienen mayor trascendencia o relevancia en el contexto mundial.
Fue claro en afirmar que no tiene en mente sacar -en poco tiempo- las fuerzas que ahora ocupan Irak y en el caso de Afganistán anunció el incremento de su presencia militar. A manera de digresión, hay que recordar que una administración demócrata, la de Bill Clinton, lanzó la primera intervención militar sobre Irak, poco más de diez años atrás.
Sobre América Latina, a la que el imperialismo yanqui considera su patio trasero, ha dicho que buscará la democratización de Cuba para poner fin al embargo, lo que suena exactamente igual a lo que Washington ha repetido en todos estos años; respecto de las políticas económicas de libre comercio, hay que recordar que, como senador, votó a favor de la suscripción del TLC con Perú.
Los pueblos no deben levantar falsas expectativas de lo que puede ocurrir con la nueva administración norteamericana. Estados Unidos es un estado imperialista, instrumento de los grupos monopólicos, muchos de los cuales son los más poderosos del mundo; un país en el que, por lógica, los presidentes han estado y estarán al servicio de esos monopolios. De no ser así no ocuparían ese puesto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario