¡Contra la transición impulsada por la burguesía y el imperialismo, continuar las movilizaciones!
La gloriosa revolución egipcia dio un ejemplo histórico a todos los pueblos del mundo y un nuevo y decisivo paso en la expansión de la revolución árabe. Mubarak - el dictador odiado y el más importante agente del imperialismo y de Israel en la región – salió por la acción determinada de las masas durante 18 días consecutivos. El derrocamiento de ese dictador es, por eso, un enorme triunfo de las masas egipcias y árabes.
La revolución colocó el régimen contra la pared
El centro de ese gigantesco proceso estuvo en la plaza Tahrir (o Liberación) en el centro de la capital, El Cairo, que se convirtió en el centro de las protestas que recorrieron todo el país. Millones de egipcios exigieron: Fuera Mubarak y el régimen. La ocupación de la Plaza se hizo la expresión del poder del pueblo movilizado, por oposición a un régimen y sus instituciones que dejaron de conseguir gobernar. El gobierno mandaba acabar con la ocupación de la plaza y nadie obedecía; decretó toque de queda, pero las masas no escuchaban. El proceso galvanizó el país entero, y pudimos ver las masivas manifestaciones en las grandes ciudades como Alexandria, Suez, Port Said y extendiéndose a todas las esquinas del país.
Con el país paralizado, el gobierno orquestó una tentativa contra-revolucionaria de ataque violento contra los manifestantes, con el objetivo de derrotarlos y vaciar la plaza Tahrir. A pesar de la pasividad del ejército y de la cobardía de un ataque de bandas armadas contra manifestantes desarmados, los ocupantes de la plaza Tahrir no se dejaron intimidar y expulsaron valientemente las bandas del régimen, compuestas por policías y mercenarios.
A la vez que perpetraba este ataque contra el movimiento revolucionario, el gobierno llamó al diálogo con fuerzas de oposición toleradas y con la participación de los seguidores de El Baradei y de la Hermandad Musulmana. A pesar de que estas fuerzas no llegaron a un acuerdo con el régimen, su participación significó de hecho la legitimación de una tentativa de transición negociada. Como resultado fueron sólo anunciadas "reformas constitucionales" hasta las elecciones de septiembre y promesas de "concesiones" vacías.
Las masas no creyeron en esas maniobras y continuaron exigiendo la inmediata salida de Mubarak, manteniendo la ocupación de la Plaza en El Cairo y principales ciudades del país.
Ya los últimos días la clase obrera y los trabajadores comenzaron a intervenir de forma decisiva con su arma poderosa: la huelga. Expresión de eso fue la entrada en escena de los trabajadores del canal de Suez, de los trabajadores de la salud y el transporte en El Cairo, así como de los trabajadores de las telecomunicaciones. Incluso los trabajadores de órganos de prensa como Al Ahram resolvieron parar contra el régimen. Esta onda de huelgas que juntaba reivindicaciones por mejores condiciones de vida con la exigencia de la salida de Mubarak, fue paralizando en forma cada vez más comprometedora para los intereses de la burguesía nacional e internacional la economía egipcia. Los trabajadores iban demostrando en cuanto mientras Mubarak estuviera en el poder ellos irían hasta el final para conseguir lo que querían.
Frente a todo esto, el ejército fue incapaz de reprimir directamente a las movilizaciones y se mantuvo contemplando las marchas masivas y la ocupación de la Plaza. El contacto constante de los soldados y la baja oficialidad con los manifestantes profundizó los elementos de crisis en el ejército, lo que fue haciendo cada vez más peligroso una posible orden de la cúpula militar de represión masiva, que podría tener como resultado inmediato la división del ejercito frente a la fuerza revolucionaría del pueblo egipcio.
Mubarak es obligado a renunciar
Frente al insostenible mantenimiento de Mubarak, el imperialismo comenzó a buscar articular una "transición segura", que garantizara un "gobierno leal", cuya tarea fuera "estabilizar" el país, manteniendo las instituciones céntrales del régimen, con algunas concesiones democráticas. El imperialismo apostó en la cúpula del ejército para llevar a cabo esa tarea, teniendo en cuenta su conexión orgánica al imperialismo, su importancia como pilar fundamental del régimen y fuerza represiva, y también por el cierto prestigio que aún mantenía entre las masas.
Tras varios anuncios que apuntaban en el sentido de la renuncia en la noche de 10 de febrero, Mubarak frustró la expectativa de la nación con un discurso en que en vez de anunciar su retiro, anunciaba su mantenimiento en el poder con la transmisión de algunos poderes para Suleimán.
La reacción furiosa de la población en la plaza Tahrir en El Cairo y en todo el país apuntaba a una radicalización de las protestas que se esperaban aún mayores para el día 11. En las misma noche, los manifestantes cercaron espacios céntricos como el palacio presidencial y la estación estatal de televisión, que estaban protegidos con un gran despliegue por parte del ejército. Esta situación se fue haciendo cada vez más alarmante, particularmente para la cúpula del ejército, pues colocaba la posibilidad real de enfrentamientos de los manifestantes con los organismos de seguridad. Teniendo en cuenta los importantes elementos de crisis en el ejército, no había ninguna garantía de que una tentativa de toma de estos edificios por la población fuera frenada por las fuerzas armadas.
Con la ampliación masiva de la protesta y la pérdida definitiva del control por parte del régimen, Suleimán fue obligado a ir a la televisión para anunciar telegráficamente la renuncia de Mubarak y la entrega de la conducción del país al Mando Central del Ejército.
La salida de Mubarak fue una conquista enorme, impuesta por las movilizaciones de las masas y por eso sentida con enorme alegría y emoción.
El centro del acuerdo es la estabilización burguesa a través del Ejército
Compartimos la enorme y justa alegría que recorre a las masas egipcias y de todo el mundo por haberse librado de un dictador asesino y corrupto. Pero queremos hacer una alerta: el Mando del Ejército egipcio que asumió el poder, apareciendo como un supuesto cambio frente al liderazgo de Mubarak, siempre fue la espina dorsal de la dictadura egipcia.
En verdad, el alto mando del Ejército es propietario de varias empresas en diferentes sectores de la economía (controlando cerca de 30 a 40% de la economía del país), habiéndose enriquecido a la sombra de la dictadura, a costa del hambre y miseria del pueblo.
Además de eso, el ejército es el pilar central del régimen de Mubarak y cumple un papel fundamental como aliado estratégico de los EEUU e Israel en la región, que se expresa directamente en la ayuda militar de cerca de 2 mil millones de dólares anuales de los EEUU a esta institución.
Pudo verse ese papel de las Fuerzas Armadas cuando dieron cobertura a las hordas pro-Mubarak, al permitir que entraran en la plaza para aplastar a los manifestantes los días 2 y 3 de Febrero.
Con la crisis provocada por el curso de la revolución, la cúpula del ejército intenta ahora asumir directamente el proceso, librándose de la figura incómoda de Mubarak para mantener sus privilegios y ningún cambio significativo en el país. La mayor expresión de eso es la indicación de Tantawi, Ministro de Defensa de los últimos 20 años de Mubarak, para encabezar el nuevo gobierno hasta a las próximas elecciones.
La política que el imperialismo en conjunto con el ejército quiere imponer a aquellos que se movilizaron durante 18 días para quitar Mubarak y acabar con la dictadura, es la aceptación una apertura democrática controlada, en que los principales pilares del régimen represivo se mantengan, y que se garantice el cumplimiento de los acuerdos políticos, económicos y militares con el imperialismo y particularmente con Israel.
En ese proceso de apertura controlada, los sectores de la oposición burguesa se preparan para cumplir un papel fundamental. En ese sentido, el sector encabezado por El Baradei y la Hermandad Musulmana ya dieron declaraciones favorables a componer con los militares un gobierno de unidad nacional que permita una transición negociada hasta las próximas elecciones y aceptan que se mantengan los acuerdos con el imperialismo e Israel.
¡Sólo la movilización independiente de las masas puede llevar adelante la revolución egipcia!
La gran victoria alcanzada por la revolución egipcia con el derrocamiento de Mubarak es sólo el comienzo y no el fin de la lucha contra opresión del pueblo egipcio.
El imperialismo y la burguesía egipcia están intentando impedir que el pueblo alcance una victoria mayor del que aquella que ya consiguió, evitando que la ruptura con el anterior régimen se extienda. La mayor expresión de eso es que la propuesta de nuevo gobierno es encabezado por un hombre estrechamente conectado a Mubarak, que fue su Ministro de la Defensa durante 20 años, y que es plenamente de confianza del imperialismo americano. La cúpula del ejército, comprometida en todos esos años de dictadura, no va a querer que se castiguen sus crímenes, que se juzguen y prendan a los represores y torturadores, ni que se hieran los intereses económicos de los grupos que florecieron a la sombra de Mubarak. No va a querer la libertad para que se puedan denunciar los crímenes de la dictadura ni para que los trabajadores tengan libertad sindical y derecho de huelga que amenazarían los logros fabulosos de esos grupos a los que a ellos están vinculados. ¡Un gobierno integrado por los hombres de Mubarak es un obstáculo a la revolución!
La dictadura mató y torturó a miles de opositores. Durante los 18 días de movilizaciones, 300 cayeron muertos para derribar a Mubarak. Para romper de una vez con la era Mubarak es preciso disolver los aparatos represivos que mantuvieron por el terror 30 años de dictadura y castigar a los responsables de las prisiones, torturas y muertes de aquellos que lucharon por sus derechos. ¡Por la disolución de todos los aparatos represivos! ¡Castigo a todos los responsables por las torturas y muertes!
Es necesario también continuar la movilización para garantizar inmediatamente la liberación de todos los presos políticos y totales libertades de asociación sindical, de organización partidaria y prensa.
Sabemos que hay una división de clase en las filas del ejército. La confraternización y la incapacidad de los soldados y oficialidad media de reprimir las movilizaciones son expresión de eso. Es necesario que los soldados y la oficialidad media tengan las más amplias libertades democráticas para organizarse de forma independiente de sus mandos superiores, y juntarse a las reivindicaciones y anhelos de la clase trabajadora egipcias que no son los del imperialismo ni los de los generales de Mubarak.
¡Por la disolución inmediata del Parlamento fraudulento! Para acabar con el régimen de Mubarak, no basta con hacer reformas parciales en la Constitución, como están proponiendo el nuevo gobierno y la oposición burguesa. ¡Por la convocatoria de una Asamblea Constituyente soberana con plenos poderes, sin nadie que haya sido parte de los organismos del régimen de Mubarak! ¡Asamblea Constituyente para romper los acuerdos con el imperialismo, para expropiar los bienes de Mubarak y del conjunto del antiguo régimen, y construir un Egipto socialista al servicio de los trabajadores y del pueblo!
La opresión del pueblo egipcio no se resume a la dictadura y está anclada en la explotación y desempleo que condenan al hambre y a la miseria a la mayoría de la población. La revolución no coloca en cuestión solamente el actual régimen, sino que afecta directamente al imperialismo dominante, siendo objetivamente una revolución obrera y socialista.
Para una ruptura de fondo con el antiguo régimen es, por eso, fundamental romper los pactos militares y políticos con el imperialismo e Israel. ¡Fuera el imperialismo de Egipto! ¡Por la inmediata y plena apertura de la frontera con la Franja de Gaza!
¡Por un aumento inmediato y general de los salarios que corresponda al coste de la canasta familiar! ¡Por un plan económico de emergencia y la reducción inmediata de la jornada de trabajo sin reducción de salario de forma que garantice trabajo para todos! ¡Por la expropiación de las grandes empresas nacionales y multinacionales y del sistema financiero!
La condición indispensable para cumplir el anhelo de las masas de construir un nuevo Egipto, es que las movilizaciones independientes de las masas continúen. Fueron las movilizaciones de las masas y no el ejército las que derrumbaron a Mubarak. Llamamos por eso las masas egipcias a no depositar el destino de su revolución, en las manos del ejército y a que confíen en sus propias fuerzas para continuarla.
La juventud, que cumplió un papel extraordinario en la vanguardia de esa movilización y mostró un gran heroísmo al permanecer en la plaza todos esos días a pesar de la represión, debe continuar organizada e imponer sus justas reivindicaciones. La clase trabajadora, además de estar en el centro del combate contra Mubarak, ya mostró que puede parar el país.
A partir de la victoria de los que ocuparon y mantuvieron la Plaza Tahir está colocada la necesidad de impulsar la movilización y organización independiente de los trabajadores y jóvenes, de llamar a un encuentro urgente de los trabajadores y del pueblo que discuta un programa al servicio de las masas, opuesto al de la cúpula militar y al de la oposición burguesas, y que tome el poder en sus manos para llevarlo a cabo.
¡Es preciso desarrollar la revolución árabe!
Tras Túnez, la revolución árabe tuvo un gran triunfo con el derribo de Mubarak. ¡Vamos a extenderla a toda la región! ¡Por el derrocamiento de las demás dictaduras y monarquías reaccionarias del mundo árabe y de Oriente Medio!
Mubarak fue un pilar del orden impuesto por el imperialismo en la región, cuyo centro es el estado de Israel. La revolución árabe no será triunfante mientras el pueblo palestino esté bajo la bota de Israel. ¡Todo el apoyo al pueblo palestino! ¡Por la destrucción del estado de Israel!
Este proceso revolucionario tiene también como desafío enfrentar a los regímenes dictatoriales teocráticos, como el de Irán, que reprimió las movilizaciones contra el fraude electoral de dos años atrás y que mantiene la explotación de su pueblo, a pesar de choques eventuales con el imperialismo.
La revolución árabe coloca en el orden del día recuperar la unidad de la nación árabe en la perspectiva de construir una gran Federación de las Repúblicas Socialistas Árabes!
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