Luego de superados los achaques de su rodilla, Rafael Correa nuevamente ha enfermado, esta vez de escalofríos, una afección que pone la piel de gallina, provoca estremecimiento del cuerpo, sensación de frío debido al miedo, incomodidad y delirios. La evidente causa, confiesa él mismo, es la burocracia petrolera que ha desobedecido sus órdenes de “delegar” al capital extranjero, los grandes campos petroleros, conocidos como “Joyas de la Corona”: Auca, Shushufindi, Libertador, Cononaco, lo que en la noche neoliberal se llamaba privatización. “Cuando me imagino que sin la nueva Constitución este sería nuestro último año de Gobierno me da escalofríos”, confiesa Correa en carta del 27 de septiembre de 2010, a las autoridades hidrocarburíferas, a quienes advierte que si hasta febrero de 2011 no están los contratos firmados, el escalofrío se convertirá en colerín, y entonces volarán cabezas, en la guillotina modelo Luis XVI instalada en Carondelet. “Tienen un plazo de seis meses para que arranque la operación de todos los campos maduros, de incumplirse esto le agradeceré señor Presidente de Petroecuador pedirle a todo su equipo que presente la renuncia”, advirtió Rafael. Las primeras cabezas empezaron a desprenderse de los cuellos más serviles, otros incondicionales andan reforzados con pescuezo de acero, ensayando turbo, tienen plazo hasta el 14 de febrero, día del amor, para preservar el cuello donde anudar sus corbatas.
Son indolentes, no le hacen caso al Presidente, cómo permitieron que Rafael reincida en padecimientos, ya no de rótula, ni de ramalazos 30S, sino de escalofríos. Es que no entienden la presurosa filosofía revolucionaria: “han pasado casi cuatro años y hasta ahora el único campo que está siendo optimizado es Sacha, dicho sea de paso, fruto de un extenuante seguimiento personal”, dice el Presidente en su doliente misiva.
Ciertamente, Sacha es el ejemplo de la extenuante entrega de Rafael a las causas de la privatización del siglo 21. El más importante campo de crudo liviano del país, con 500 millones de barriles de reservas, centenares de millones de dólares en instalaciones, bajísimo costo de producción 5 U$/BL, fue entregado a los venezolanos con el dedo de contar billetes, en nombre del amor de Manuela Sáenz y Simón Bolívar, todo por una ínfima inversión anual de $18 millones, dinero que sale de nuestras propias venas.
Luego de un año en manos de RIO NAPO/PDVSA la producción de Sacha ha caído de 51.600 barriles día el 2009 a 49.200 en febrero de 2011. No han subido un barril de los 20 mil diarios que ofrecieron; en un año han perforado 6 pozos frente a 74 realizados por Petroecuador el 2009. Los solidarios taladros venezolanos perforan nuestra economía: el CPV 23 que se desplomó en Sacha, es el mismo que provocó un derrame de 600 mil barriles de agua tóxica en Shuara 24, el que en Puná encontró suspiros en vez de gas. Las ancianas torres facturan carísimo a la patria de Manuela: $40 mil diarios, cuando en la euforia del amor bolivariano nos ofertaron a 8.300. El 2009 la “ineficiente” Petroecuador facturó $99 millones por extraer 22.7 millones de barriles, el 2010 PDVSA nos cobra $126.9 millones por producir 21.2 millones de barriles; con $28 millones de diferencia, se habrían curado algunas dolencias en los hospitales públicos, incluso comprado toneladas de paracetamol, para aplacar escalofríos del pueblo.
Pero esas dolencias del Presidente no se curan con paracetamol, el Viceministro de las profundidades geológicas, Carlos Pareja, en receta del 13 de octubre de 2010, ordena a Petroecuador que hasta el 14 de febrero de 2011, día de San Valentín, deben estar suscritos los contratos de los campos maduros. A partir de entonces, el milagro del amor habrá curado los escalofríos del Señor Presidente, de lo contrario hablará la guillotina.
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