La carrera del Presidente Correa por captar todos los órganos de poder tiene un nuevo y escandaloso episodio: la designación del nuevo Fiscal General de la Nación, que reemplazará a Washington Pesántez que, por cierto, ha sabido cumplir sus funciones apegado a la voluntad de Rafael Correa.
Lo desvergonzado del hecho es que la Comisión Ciudadana de Selección (CCS), presidida por Vicente Guadalupe, sin explicación alguna pero de comprensión absoluta para el pueblo ecuatoriano, modificó las calificaciones de los postulantes a fin de que Galo Chiriboga, abogado de Correa y funcionario de este Gobierno, pase del quinto al primer lugar en la lista.
Correa tiene en sus manos el control de la Asamblea Nacional, en la que Fernando Cordero y su bloque de alzamanos cumplen las órdenes emanadas de Carondelet, para lo que violentan procedimientos y leyes a su antojo; en el Consejo Nacional Electoral sucede cosa igual, donde Omar Simons y otros vocales trabajan para justificar todo tipo de violación cometida por el gobierno en este proceso y por poner cortapisas a las organizaciones populares y políticas que impulsan el voto NO; cuenta además con jueces serviles dispuestos a instaurar y ejecutar juicios penales contra cualquier luchador popular a quien Correa califique de terrorista. En la Fiscalía, Pesántez ha sido un alfil de su juego político y no quiere perder ese espacio; más aún, intenta imponer un elemento mucho más servil como es Chiriboga.
Este escándalo confirma la denuncia hecha en el sentido de que la intención fundamental de la consulta popular del 7 de mayo es la de alcanzar el control total de los órganos de justicia. Así, descaradamente como actúan en este proceso de selección de los postulantes a Fiscal, las fuerzas de gobierno lo hacen en todos los campos. Poco les importa la opinión que al respecto se puede formar nuestro pueblo, porque están acostumbrados a “desmentir” la realidad con una serie de cadenas y programas de televisión en los que la cínica mentira es el elemento principal.
Estamos frente a una nueva manifestación de corrupción, a una nueva demostración de la prepotencia gubernamental y de su afán insaciable de controlar más poder. La gente se pregunta ¿más poder, para qué? Y el asunto es claro: para tapar los atracos que se producen en las más altas esferas gubernamentales y para reprimir a quien se levante en contra de este régimen.
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