sábado, 20 de octubre de 2012

Fortalezas aparentes, J. Romero

(tomado de la página web: http://www.pceml.info)

El 15 de Septiembre, recién iniciado el curso político, una marea humana venida de toda España tomaba de nuevo las calles madrileñas para manifestar su rechazo a los recortes impuestos por el gobierno Rajoy. Centenares de miles de trabajadores (cerca de un millón) agrupados en seis marchas distintas, confluían en la Plaza de Colón; miles de banderas de los sindicatos, organizaciones convocantes y republicanas, pancartas reivindicativas de los distintos sectores; gritos y consignas contra el Gobierno, exigiendo su dimisión, reclamando la convocatoria de una Huelga General…


¿Cómo respondió el Gobierno y sus lacayos a esta impresionante manifestación?: Con la soberbia provocadora de siempre: para el PP de la Comunidad de Madrid, la convocatoria reunió apenas a 65.000 manifestantes; de Guindos, insistía en su intención de continuar con los recortes; la prensa sumisa afirmaba contra toda evidencia que la participación había sido “menor de la esperada”. La palma se la llevó el diario “El Mundo”, del baboso reaccionario pedrojota. Su portada del domingo 16: “Sindicalistas acarreados en 850 autobuses, exigen un referéndum”. No cabe mayor desvergüenza.

Ignoran desdeñosamente el incendio social que se extiende por España, utilizan incluso el sarcasmo y la provocación a falta de razones para mantener la orientación de su política que está agostando el futuro de más de una generación de españoles. Pero tras estas muestras de soberbia, se esconde el miedo de las fuerzas oligárquicas: la ultra reaccionaria CIU que alardea de soberanismo mientras apuntala en el Parlamento la reforma financiera de Rajoy; el clerical PNV, confiado en su victoria en las elecciones vascas del próximo 21 de octubre y el PP, insultante y provocador frente a las protestas masivas de los últimos meses, dan la apariencia de un bloque monolítico, indestructible e inamovible. Pero este bloque hace aguas en sus respectivos feudos, ha perdido toda legitimidad ante la mayoría social.

El adelanto electoral en el País Vasco y Galicia, obedece fuera de toda duda a la urgencia del bloque oligárquico de “legitimarse” con las trampas de siempre, para aplicar con más tranquilidad los nuevos recortes, aún más duros, que le exige la UE imperialista.

El Gobierno sabe que sus ministros están quemados,que los Rajoy, Guindos, Santa María, Cospedal, etc han perdido todo el capital político que obtuvieron hace apenas diez meses, en noviembre pasado, bien es verdad que mintiendo y falseando sus verdaderas intenciones. Crece la seguridad de que Rajoy no termina la legislatura y por eso han comenzado ya, desde hace tiempo, los movimientos internos en el PP, en el que una parte de su dirección, lo mismo que sus medios de propaganda (la siniestra caverna mediática) no ocultan sus críticas cada vez más ácidas al Gobierno.

El problema que aqueja al campo popular, es otro: a pesar de que la situación objetiva invita y exige una alternativa de ruptura con este régimen miasmático, una gran parte de la izquierda aún no está madura; sigue confiando ciegamente en reconducir la situación y recuperar el consenso con la derecha, mientras todas las evidencia indican que la economía, los derechos sociales y políticos, el país entero, caminan hacia el desastre.

En la manifestación del 15 de septiembre, el color lo pusieron los trabajadores; también las consignas, la política y la firmeza; pero sus dirigentes mantuvieron la actitud gris y mediocre de siempre, las dudas, incertidumbres y miedos que les impide tomar la iniciativa.

Los Toxo, Méndez y compañía, denunciaron la ilegitimidad del Gobierno que mintió sobre sus verdaderas intenciones en la campaña electoral, pero se limitaron a exigirle que celebre un referéndum para que los ciudadanos opinen sobre las reformas. Eso está bien, pero ¿y qué si no lo convoca? (lo que parece probable, al menos para no sentar un precedente a futuro). Y, sobre todo, ¿qué otras medidas se apuntan? Ninguna; al contrario, los dirigentes oportunistas expresamente dijeron que la convocatoria de una nueva Huelga General, depende de Rajoy. Como si fueran necesarios más ataques para responder con la contundencia que merecen, a estos sinvergüenzas. Bien es verdad que las Huelgas Generales son un instrumento que debe manejarse con cuidado, pero a nadie se le escapa que su convocatoria serviría para unificar la movilización social sectorial hoy dispersa.

Es preocupante que la respuesta sindical siga dándose en el ámbito estricto de lo social, y aceptando los márgenes establecidos por un marco político que se queda cada vez más pequeño para desarrollar una política de progreso. No es de recibo que el principal sindicato de clase insista, por ejemplo, en que: cualquier proceso de reforma del modelo de Estado, que en su momento fue fruto de un amplio consenso recogido en la Constitución de 1978, debe ser igualmente resultado de un marco de acuerdo, como mínimo, similar y sometido a consideración de la ciudadanía..

Con todo, la principal responsabilidad en este estado de cosas le cabe a las organizaciones políticas de izquierda, unos, (IU) quieren aprovechar sin disimulo el desgaste del social liberalismo para ganar posiciones electorales. ¿Con qué objetivo?: el de continuar su vacío duelo cortesano y consensuado con una derecha que deriva a marchas forzadas hacia el fascismo sin ambages. Otros (los radical oportunistas) nos acusan de “etapistas”, ciegos como están de doctrina revisionista, porque trabajamos por la unidad popular, por la República como marco superior de lucha política.

Ningún dirigente de izquierda parece ver el desastre que se cierne sobre los trabajadores y los pueblos de España o, al menos, no mueven ni un dedo (cabría decir mejor que ponen todos los frenos posibles) para construir la unidad que pueda enfrentarse al bloque dominante, no para pactar con quien tiene intereses opuestos a la mayoría social, sino para acabar con el dominio de la oligarquía y sus lacayos.

Como señalara Engels, el puño de hierro puede golpear con guante de seda, pero debe golpear. La manifestación del 15 de septiembre fue una nueva prueba del poder popular, de la fuerza de sus organizaciones, de la justeza de sus objetivos sociales; pero también de sus debilidades, que se resumen en éstas: necesita perentoriamente unidad y objetivos políticos generales. Algo que la izquierda aún no parece dispuesta a asumir.



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